Trucos para una alimentación saludable sin darse cuenta

Con el progresivo aumento de las temperaturas que trae la primavera hasta la llegada del verano crece también entre la sociedad la preocupación de llegar en plena forma física. Los hábitos para conseguir el objetivo conllevan también un incremento de la calidad de vida que afecta directamente a la salud. Sobre el papel parece muy fácil, pero no son pocos los valientes que abandonan ese estilo de vida a los pocos días o semanas de comenzarlo. ¿La razones? De todo tipo, la mayoría de excusas simplemente se esconden bajo algunos de los pescados capitales: gula, pereza, envidia… más alguno que otro como el aburrimiento.

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Parece consolidada la percepción de que llevar una vida sana es un sacrificio. Sin embargo, las posibilidades para hacerlo son múltiples y muchas de ellas ni siquiera precisan de esfuerzo. Uno de los métodos más controvertidos –así como el más importante- para esta vida saludable es la alimentación. En este aspecto, el sacrificio del que hablamos se traduce en pensamientos negativos como que tenemos que dejar de comer lo que nos gusta o comer otras que nos resultan desagradables. Pero no es así. De hecho, desde pequeños se nos ha inculcado que debemos comer de todo. Es la única manera de ingerir todos los nutrientes que necesita nuestro organismo para funcionar de la mejor manera posible. Pero, ¿se puede hacer sin que nos demos cuenta? Sí, tan solo hace falta ir modificando progresivamente nuestro hábito alimenticio.

1. Equilibrio

Lo más frecuente es que podamos prever el día de antes qué haremos al día siguiente, dónde, con quién o qué comeremos. Debemos buscar un equilibrio en la ingesta de nutrientes a lo largo del día. Por ejemplo, si abusamos de contenido proteico en la comida del mediodía, reducir o eliminarlo de las demás comidas. Lo mismo ocurre con la cantidad total de alimentos, es decir, si nos llenamos (por una cena con amigos, por ejemplo) en uno de los turnos, controlarnos en la cantidad de las comidas anteriores.

2. Agua

aguaTenemos tendencia a infravalorar la importancia de beber agua. Como mínimo tenemos que beber dos litros diarios, repartidos a lo largo del día y sin esperar a que tengamos sed. El agua es vital para el correcto funcionamiento de nuestros sistemas, así como mantener el nivel de acidez de nuestro cuerpo, la temperatura corporal, etc. Además, beber este líquido nos ayuda a perder peso ya que suprime nuestro apetito y contribuye con el organismo a metabolizar la grasa acumulada.

3. Engañar al estómago

Aunque varía según los horarios y costumbres de cada uno, por lo general transcurren más horas entre la comida y la cena que entre el desayuno y la comida. Si no somos dados a realizar 5 comidas al día como se recomienda –es un cambio brusco si no estás acostumbrado- solemos experimentar bastante hambre antes de la cena, lo que provoca que, o bien cenamos antes y antes de dormir volvemos a tener hambre, o aguantamos un rato más y nos ponemos “morados” antes de cenar. Para evitar estas situaciones conviene engañar al estómago con una colación ligera. Por ejemplo, una fruta o barra de cereales.

4. Sustitutivos
grasas
Muchos de nuestros alimentos favoritos son también perjudiciales para la salud debido a la cantidad de grasas o azúcares que contienen. Sin embargo, el abanico de opciones es amplio y ya podemos encontrar sustitutivos saludables con cambios de sabor poco o nada perceptibles. De hecho, aunque la primera reacción ante un cambio de producto suele ser negativa, el verdadero problema es que no estamos acostumbrados y lo vemos como extraño. Pero este hábito es muy sencillo de crear. Comienza, por ejemplo, por consumir leche desnatada (por la que obtienes las mismas vitaminas y minerales). Lo mismo ocurre con la forma de cocinar. Evitar las frituras y cambiar los alimentos empanados por aquellos al vapor o simplemente a la plancha.

5. Fruta y verdura

Tanto la fruta como la verdura despiertan cierto recelo cuando nos toca comerla. La recomendación sobre su consumo diario para una vida saludable nos lleva a ingeniar otras formas de consumo. Y las hay. Como complemento u acompañada de otros ingredientes siempre es bueno que podamos innovar en nuestra cocina con la verdura como plato principal. Sea como fuere, es aconsejable comenzar nuestra comida con la fruta o la verdura (la fruta solemos tomarla como postre) para que reduzca nuestro apetito y no abusemos del resto de la comida que, habitualmente, suele ser menos saludable.